(Este artículo apareció anteriormente en Independentea)
Aquí lo tenemos. Sin llamar a la puerta se ha colado hasta la kitchen. En nuestro portal, en el casco viejo de Bermeo, dos de ocho puertas han sido marcadas con el signo de la peste: VT. Los fantasmas han empezado a aparecer escaleras arriba y abajo. En nuestra calle, un poco más abajo, la maldición se ha extendido más: ocho puertas, cinco VT. Sí, V y T. Tendrás que recurrir a la letra pequeña para leer “Erabilera turistikoko etxebizitza” en tu idioma. Thanks God. Si pusieran ET, la invasión alienígena sería quizás demasiado obvia. Y de repente, nos hemos dado cuenta de que nosotros, los victimarios de las últimas décadas, nos hemos convertido en víctimas. ¡Menuda sorpresa!
Solía ser divertido: nuestras pantallas en blanco y negro mostraban pollos asados de allende los Pirineos en las playas del Mediterráneo, para que Esteso y Pajares sedujeran a mujeres rubias neumáticas y desplumaran a sus varones. Eso era el turismo: alemanes pelados por el maravilloso sol y la fauna ibérica. Lejos de nosotros. En la pantalla
En algún momento, un poco más tarde, cuando Benidorm se llenó de bermeanos, nos dimos cuenta de que nuestros bolsillos proletarios nos permitían hacer bailar culturas lejanas al sonido de nuestras monedas. También nosotros éramos alemanes, como en el pasado fuimos españoles. Los milagros del colonialismo entonces. Del capitalismo ahora. (Nota para aquellos que ven una diferencia entre ambos). Un mundo entero de rodillas ante nuestro derecho al turismo.
Y las redes sociales arden, foto tras foto para que nuestras sonrisas más bonitas traguen CO2 en el desayuno, la comida y la cena. Buffet libre de pedazos de planeta. ¿Qué es si no Instagram?
En nuestro caso éramos mochileros. Guai. Que no nos confundan con turistas de mierda. También surgió el turismo revolucionario. Pregúntales a los hombres y mujeres que consumen pieles morenas con conciencia revolucionaria; en Cuba, por ejemplo. Viva Fidel. Incluso turismo anarquista. Podría ser Chiapas anteayer, Rojava ayer, los barrios autoorganizados de Gran Canaria hoy (no busques estos últimos en tu agencia de viajes más cercana). Dejaremos Askayala para mañana.
Pero, en algún momento, la ola que convierte la cultura en folklore ha llegado a nuestra casa. No sabemos si es ola de izquierda o de derecha, porque hay para todos los gustos. Ahora todos somos Basque. La globalización fijó hace mucho tiempo una filial en Ajuria Enea. Incluso el árbol que Franco no logró calcinar necesitaba una rama a su lado.
Dejaré que otros discutan qué es legal y qué no. O debatir si un tipo diferente de museo en lugar de un Guggenheim… en una ubicación diferente… sería más sostenible.
Los 0 km están de moda -¡qué remedio!-. Lejos, sin embargo, la conciencia colectiva que reivindique el turismo 0 km.
Desde que todo se atribuye al neoliberalismo, el capitalismo puede hacer la digestión tranquilamente, Keynes en mente. A izquierda y derecha siempre ha tenido buenos guardianes, y tiene buenos médicos para prolongar la agonía que nos tragará a todos. Bien pagados, al menos.