Autores: John Andueza y Asel Luzarraga
Editorial: Elkar
Año: 2.024
Páginas: 177
*Puedes dejar abajo tu opinión o comentarios.
Aia siempre ha vivido en Azken Portu. Mon huyó hace tiempo, pero ahora, diez años después, ha vuelto al pueblo. Tienen mucho que contarse y, aunque de momento no se han visto en persona, se han lanzado a un intercambio de cartas. Revolución, lecturas, anarquía, amistad, tecnocracia, amor, lucha, arte, hombres y mujeres, sueños, la vida, aparecerán en cartas de ida y vuelta con las que tratarán de reconstruir su historia: el hecho que les alejó, el misterio que les rodea y otras muchas cuestiones que han mantenido ocultas.
Se han juntado dos escritores con una sólida trayectoria literaria en solitario para escribir una novela a cuatro manos: una novela por carta que se lee con agilidad y placer, pero que plantea temas profundos y da que pensar. ¡Que aproveche!
Esta novela no entraba en mis planes. Tampoco conocer a John Andueza. Pero una colección que lleva la etiqueta de literatura juvenil nos unió en 2019 en la Feria de Durango, en el stand de Elkar y, desde entonces, quién nos iba a decir que aquellos caminos paralelos encontrarían una intersección literaria años después. Antes, a los dos nos había quedado claro que en algunos puntos no estábamos muy lejos el uno del otro. Para empezar, enseguida vimos que ambos somos bastante piratas.
Estos los últimos años se han vuelto habituales entre los dos las charlas sobre vida, fútbol y cuestiones literarias. Sobre todo, intercambios de audio. Incluso laaaaargas conversaciones telefónicas de vez en cuando. Y también hemos tomado algún que otro vinito juntos. En esas ocasiones también hemos tenido a Marian como compañera imprescindible. Pero, cuando recibí la propuesta de John, hacia abril de 2023, debo confesar que me pilló completamente por sorpresa. Mi sí, sin embargo, fue casi automático. Él tenía una idea para una novela, y pensó que escribir a cuatro manos en vez de a dos le daría mayor aliento, más auténtico. Me confesó, entre otras cosas, que las palabras de Antxiñe Mendizabal, que ya había sido editora de ambos, también le habían incitado en ese sentido. y es que en una ocasión Antxiñe le dijo algo así: No puedo imaginar un escritor más diferente que Asel y tú. Nosotros también lo tuvimos claro en nuestras charlas desde el principio: dos formas de vivir la literatura, dos estilos, metas muy diferentes… Y, sin embargo, siempre mucho cariño y respeto mutuo. John estaba, pues, con ganas de jugar; una cualidad que le es muy propia. Y en eso tampoco somos tan diferentes. El reto, como he dicho, se lo acepté de inmediato. Era un estímulo, un divertimento, una pequeña aventura para salir un poco de mi habitual hoja de ruta.
La idea era de John, que también hizo de gai-jartzaile. Tenía un punto de partida, un esqueleto, por decirlo así. Dos personajes principales, Aia y Mon, y una relación que, tras diez años sin verse, se reconstruiría por carta. También tenía el nombre de un pueblo: Azken Portu. A partir de ahí, libertad para los dos, para que cada cual construyera desde su estilo, desde su aliento literario. ¡Lo de filosofar te lo dejo a ti!, me abrió generosamente la cancha.
A partir de ahí, en tiempo real al comienzo, Aia y Mon se pusieron a escribir cartas. En ese intercambio también surgió un simpático ritual entre los dos. Los personajes (y los escritores) se guardaban sus hilos ocultos. Misterios, medias verdades, sombras de recuerdos, miedos, mal entendidos… Poco a poco se produjo el milagro: con el verano de por medio y los personajes interiorizados en nuestros propios ritmos de vida, en unos pocos meses teníamos una novela a punto de terminar.
Los últimos trabajos, antes de terminar y redondear la historia, fueron para dar unidad a lo que habíamos hecho hasta entonces. Enriquecerlo, evitar contradicciones…
Por el camino, también pedimos opiniones, y ahí fue fundamental la aguda mirada de Garazi Albizua. A la historia escrita por dos pares de testículos no le perjudicaron los comentarios de alguien con ovarios, desde luego. A nosotros, escritores, tampoco.
Si te acercas a Azken Portu, quizá las corrientes y el oleaje no te conduzcan a la playa que esperas.
Irakurtzeko zatia
Los rumores suelen tener algo de verdad
La verdad, sin embargo, tiene la puta costumbre de dividirse en fragmentos.
Hola, Aia.
Qué saludo más torpe..
¿Cómo empezar lo que nunca terminó? ¿Por dónde y cómo ponerme a ello cuando aún no sé qué tierra piso?
Tú y yo somos de mar, pero he tenido la tierra firme mucho tiempo bajo mis pies, asfalto sórdido, y me veo obligado a acostumbrarme de nuevo a la arena que se amolda a mis huellas. Mis metáforas, ya veo tu ceño fruncirse, si ya empiezo con adivinanzas. El caso es que no sé si estoy lo suficientemente preparado para volver a echar raíces, y de momento me he aferrado a lo poco que me enseñó amama. Las patatas y los tomates echarán sus raíces más deprisa que yo, y tal vez me enseñen el camino. Así es, me ha recibido el caserío Ondarrene, me lo ha dejado ella, para que la calma y el silencio que necesito me acompañen en mis primeros pasos de regreso. Afortunadamente, pocos bajan hasta aquí, !y que este rincón solitario quede para siempre fuera de las rutas masivas!
¿Cómo traducir en palabras convincentes lo que llevo en el pecho? Diez años no se habrán ido para ti en vano en este pueblo. Ha sido una sorpresa saber que aún vives aquí. Te imaginaba en una ciudad más grande, en alguna de nuestras capitales, porque pensaba que este peculiar pueblo nuestro sería demasiado pequeño para el mundo que adivinaba en ti.
Siento en tus palabras que debo disculparme de alguna manera. Así será, pero eso no derribaría inmediatamente la muralla que estos años han construido entre nuestros dos mundos. Ni siquiera sé si estoy dispuesto a derribar esa muralla. No sé si conviene. No sé si te hará bien. Tampoco sé si tú estás lista.
Más allá de nuestros esfuerzos, el mundo ha seguido sin esperarnos, lo he visto claro en nuestras calles, aunque hayan cambiado menos de lo esperado; pero me he dado cuenta de que has sido lo suficientemente prudente como para burlarte de la dictadura digital para este intercambio de noticias. Probablemente yo he cambiado más que Azken Portu. De todas formas, he caminado como una sombra las pocas veces que me he atrevido a asomarme al pueblo, durante esas horas en las que los camiones que recogen las basuras también sueñan.
Mon, hace tiempo que no me llamaban así. Me ha gustado, más que Ramón. Quizá sea Mon quien ha vuelto y Ramón quien se ha quedado para siempre en tierras lejanas. Pero me temo que este Mon poco tiene que ver con aquel joven asustado de dieciocho años que se largó sin despedirse. Aunque no se hayan borrado todos los miedos.
Nuestros amigos me acusaban de ser demasiado transparente. Tú sabías que no enseño tanto de mí. No sé si no nos mostrábamos todos más opacos entre nosotros de lo que creíamos. Si camino convertido en fantasma, sin embargo, no es porque sea más transparente que antes.
No voy al pueblo a menudo, y camino deprisa cuando aparezco. No estoy preparado para responder a todas las preguntas de la gente. No estoy mentalizado para decidir lo que tengo que contarte. ¿Me arrepentiré de haber vuelto?, he ahí el último temor de mi último puerto. Miedo a verte. A que me veas…
No me he olvidado de tu propuesta de juego, pero, ¿puedes ser ahora aquella que escuchaba sonriente mis chapas de entonces?
¿Acaso soy yo aquel que esperaba seducir a los demás con mis ideas?
¿El adolescente que se arrepentía inmediatamente de seducir a los demás?
Siempre has sido la más generosa de nosotros, y sin embargo…
Un abrazo, o si prefieres un beso, de parte de este ignorante que no sabe cómo terminar la carta.
Mon
Postdata:
Cuando traigas la respuesta, si ves fuera una bolsa con huevos y cebollas, cógela para ti. Eso es lo que de momento le he sacado a la naturaleza – con poco mérito, por otra parte, porque la huerta la ha cuidado un poco mi hermano Kerman desde la muerte de amama –, junto con algún que otro puto muble.