El Mundial como escaparate de una escala de posturas

Estos últimos meses Facebook se ha convertido en un interesante marco donde, con la Copa Mundial de Fútbol Brasil 2014 como telón de fondo, se cruzan en monólogos más que diálogos distintas visiones y sentimientos en torno a este evento y sus significaciones. Hablo, por supuesto, desde las miradas abiertamente disidentes al sistema, no me interesan tanto los discursos de quienes, desde la derecha o la izquierda, sintonizan con el acomodamiento a la realidad o su simple “mejora”. Tampoco me interesan los discursos meramente oportunistas o populistas que se desatan a favor o en contra, sino a aquellos que parten de una postura genuina, sea de un signo o de otro. A estos discursos cruzados en el mundo virtual, por supuesto, se suman los que se producen en el mundo real, en él, sí, escenificando algo más parecido a un diálogo.

Después de tiempo observando y participando en esta pugna discursiva, creo distinguir más o menos cuatro líneas de comportamiento-razonamiento, que, por supuesto, admiten toda una escala de tonos intermedios y que, probablemente, no sean posturas fijas en todas las personas que asumen una u otra postura. Sin duda, todas ellas formas legítimas y reales de vivir una situación que, queramos o no, nos acompaña cada día, al menos por una temporada, al tiempo que en cierta medida nos define públicamente. Trataré de caracterizar esas cuatro líneas, reconociendo la subjetividad, al ser en esto juez y parte. Cada cuál verá si se ve reflejade en alguna de ellas, mi intención es más comprenderlas que valorarlas. Es probable que en otras latitudes estas posturas no sean tan patentes, no sé si en muchos lugares se da una polarización tan apasionada como la que se vive en Argentina en torno al «deporte rey».

La primera viene a representar a aquellas personas que, independientemente de si les gusta el deporte o no, sea practicarlo, sea sumarse como espectadoras, en general y en este caso específico el fútbol, asumen todos los días del año, y año tras año, que cualquier megaevento deportivo, cualquier espectáculo de masas de este tipo, sea la liga profesional de fútbol, de baloncesto, de baseball… de cualquier país, sean unas Olimpiadas, sea un torneo de tenis como Wimbledon o Roland Garros, sea, por supuesto, una Copa Mundial de Fútbol, no es una manifestación deportiva, sino un espectáculo que lleva aparejado todos los valores del sistema capitalista, un culto a una forma de vida, a un tipo de cuerpo, al “éxito” como meta suprema, a la competitividad como máximo valor humano, al consumo y la publicidad de las marcas más explotadoras del planeta desde el punto de vista social y medioambiental… Un espectáculo que hoy en día cumple una función fundamental de válvula de escape frente a la miseria diaria, de adoctrinamiento y de anestésico social. El consabido pan y circo que ya aplicaba con mucho éxito el Imperio Romano. Estas personas, de una manera o de otra, se plantan, denuncian, se organizan año tras año frente a los distintos tipos de males sociales que observan o padecen, sea con relación a tales espectáculos deportivos o no, su labor es incesante y, obviamente, cuando se producen eventos de esta magnitud, no sólo no decae, sino que se triplica, y a esa labor diaria se suma la expresa denuncia del agravamiento de atropellos y lacras que llevan aparejados los preparativos y el discurrir de los mismos. Cuando la efervescencia pasa, continúan con la misma labor dedicando, obviamente, menos cuerpo a la denuncia de los efectos “colaterales” de dichos megaeventos.

En la segunda se situarían quienes, aún reconociendo la esencia capitalista mafiosa y perversa del deporte-espectáculo, en general disfrutan en algún nivel de la visualización de su manifestación profesional diaria, no mantienen una postura beligerante continua, pero sí consideran que algunos eventos concretos, como puede ser el caso de la Copa del Mundo de Fútbol Brasil 2014, llevan al extremo sus efectos nocivos, se sienten convocades por el recrudecimiento de la represión, el mayor empobrecimiento de las clases mas vulnerables y expuestas a los tejemanejes de las elites deportivas y de los sectores turísticos y grandes marcas que engrosan sus cuentas al amparo de estos megaeventos, ven con preocupación el ascenso del patriotismo y de la xenofobia que se manifiesta en torno a campeonatos donde se ensalzan los colores identitarios de cada Estado representado en la contienda, y consideran que es una obligación de conciencia no tomar parte activa ni pasiva en el fomento de tal megaevento y sí tomar una posición activa en su denuncia. Esta actividad de denuncia y este boikot activo se suma a una actitud diaria mantenida en el tiempo, existan o no tales megaeventos deportivos, de lucha, denuncia y actividad contra las diferentes manifestaciones opresivas y represivas del sistema, y consideran que esa actividad, al ser estos momentos aprovechados por los distintos Estados para apretar aún más la soga en torno al cuello de las clases explotadas, al ser más intensos los atropellos que a diario se cometen, la escalada en la explotación sexual, el vaciamiento sistemático de barrios marginales y criminalizados con vistas a la mayor especulación inmobiliaria, la “limpieza” de las calles, la desviación de una parte aún mayor de plusvalía sustraída al pueblo hacia fines corporativos, aprovechando estas fechas para realizar aquello que realmente se quisiera poder hacer cada día pero que fuera de estas ocasiones resultaría mucho más visible y encontraría mucha más oposición también por parte de quienes no se ven directamente afectades, que esa actividad, digo, debe ser en la misma medida acrecentada, dando visibilidad diaria a todo lo que las instituciones gobernantes desearían ocultar. Una vez superadas estas fechas, esas personas continuarán viendo eventos deportivos, aunque puedan hacerlo desde una mirada crítica, y continuarán con sus actividades de lucha/denuncia diarias.

En un tercer lugar se encontrarían quienes, siendo personas apasionadas de los espectáculos deportivos, son conscientes de que estas fechas son aprovechadas por los distintos gobiernos e instituciones para colar medidas que en otras fechas pasarían menos inadvertidas, para aumentar la represión, para llevar adelante todas esas campañas descritas anteriormente, pero también piensan que las cosas no van a cambiar por ver o no unos partidos, no están dispuestas a privarse de un espectáculo que disfrutan, pero entienden perfectamente toda la crítica que reciben y consideran positivo y necesario que todo aquello denunciable sea denunciado. Algunas de ellas ven los espectáculos sin mala conciencia, disocian la denuncia activa de su derecho a entretenerse, y puntualmente se pueden sumar a algunas campañas divulgativas de los males que el megaevento internacional trae aparejado. Otras pueden sentir cierta mala conciencia por no ser coherentes con lo que piensan, pero, como con tantas cosas hacemos todes, asumen esa incoherencia y conviven con ella, entendiendo también la postura de quienes van más allá y comprendiendo que su labor de crítica y denuncia es necesaria. Su actividad militante, su lucha y/o denuncia diaria contra las distintas manifestaciones de la opresión, puede verse o no interrumpida o mermada durante estas fechas, y continuará sin duda una vez superadas.

Por último, un cuarto grupo vive los eventos deportivos, en este caso concreto el fútbol, con pasión e intensidad a diario, puede ser consciente de algunas de las lacras que arrastra, pero lo disocia de su pasión y, ante todo, quiere poder seguir disfrutando sin problemas de conciencia, sin sentirse culpable por hacerlo. Estas personas, que en otros ámbitos y en otras fechas pueden ser sumamente críticas y combativas, se llegan a sentir agredidas o al menos cuestionadas por las críticas y denuncias que recaen sobre su deporte favorito y, así como pueden ser tremendamente ácidas y activas contra otras cuestiones, se sienten realmente incómodas cuando lo tocado es algo que llevan muy adentro. Así, durante estas fechas sienten como un ataque casi personal que cualquier mal del mundo se difunda asociado el megaevento deportivo del que tanto disfrutan, sufren que otras personas apelen a su conciencia y sienten que por el mero hecho de ver y disfrutar un partido, quienes denuncian y critican lo que esas fechas llevan aparejado están directamente acusándolas de complicidad, se sienten señaladas. Su reacción, por tanto, es de defensa y contra-ataque. Defienden su derecho a disfrutar del espectáculo deportivo, argumentan sobre el significado que para millones de personas puede tener un triunfo histórico, no se inquietan por las manifestaciones de patriotismo aunque el resto del año y mientras no existen esos eventos puedan ser antifascistas y anti-nacionalistas, tampoco por la significación económica que todo ello trae aparejado, y defienden a capa y espada tal deporte mientras, además, muestran manifiestamente su enojo contra quienes de una manera o de otra lo ponen en cuestión. Es decir, ante todo, no quieren que nada ni nadie les agüe la fiesta y lucen su capacidad argumentativa para relativizar o ridiculizar cualquier crítica, algunas personas con más vehemencia y agresividad, otras más conciliadoramente, según cada talante o forma de vivirlo. Especialmente, entienden tal evento como una forma colectiva de disfrutar, y sienten que en ella se manifiesta un sentir popular que debe ser respetado. Las críticas las viven como una forma de falta de empatía hacia los millones de personas que sólo tienen una ocasión de celebrar algo así una vez cada cuatro años y, por tanto, toman las críticas como una falta de respeto hacia esas personas que ellas aman y con las que se sienten identificadas, ya que además de disfrutar el deporte en sí, disfrutan de esta alegría -o tristeza- colectiva. Mientras el evento dura, pueden suspender sus habituales actividades de lucha y/o denuncia o continuar con ellas con mayor o menor intensidad, y pasado el evento, sin duda, seguirán siendo las personas críticas con el sistema y combativas que eran antes.

Como digo, entre esos extremos hay una infinidad de matices y hay muchas personas que, simplemente, no se manifiestan en ningún sentido respecto a este particular. Por la razón que sea, prefieren mantenerse ajenas a la polémica o dar su punto de vista en círculos más reducidos y de confianza.

Sin duda, es natural que esto pase, y seguramente también sano. Una cuestión tan aparentemente -al menos para muchas personas- poco ligada a la lucha contra el sistema como un mundial de fútbol, permite mirarnos hacia adentro y hacia afuera, reconocernos, asumir que incluso entre quienes a diario nos sentimos muy cercanes existen en cuestiones como ésta, o como muchas otras quizá menos visibles, grandes diferencias. Y es natural y sano que así sea, por el bien de la riqueza individual y colectiva. Lo razonable es que, después de putear durante una buena temporada, el final del megaevento devuelva las aguas a su cauce y en las luchas diarias que nos unen sigamos juntes. Lo razonable también es que nadie se vea obligade por presión social de ningún tipo a callar lo que realmente siente o piensa y que, sobre todo, la sana cultura de la crítica y la autocrítica no decaigan tampoco estos días. La autocensura es el primer enemigo contra la libertad de conciencia.

Y estas posturas aquí dibujadas seguramente se podrían dar con otros tipos de eventos, aunque es muy probable que no con la misma pasión y tal vez no con la misma exhibición social de algunas de ellas. Habrá quienes combatan los cánones impuestos de belleza y la presión que el sistema ejerce sobre los cuerpos femeninos y masculinos todos los días de su vida. Habrá quién entienda lo pernicioso del modelo cultural, económico y social de las pasarelas de moda y los certámenes de miss y míster universo, lo critique abiertamente, aunque reconozca que su vista se recrea cuando tiene ante sí cuerpos masculinos y/o femeninos reflejo de unos cánones concretos de belleza paseando ligeros de ropa y, tal vez por coherencia, se autoimponga la disciplina de abstenerse de ello. Estarán quienes son crítics con los modelos de belleza, pero en la intimidad, sin hacer gala de ello y conscientes de su incoherencia, no quieran privarse de ver esos certámenes. Y estarán quienes disocien la lucha contra la mercantilización del cuerpo humano y contra los modelos patriarcales de su derecho a ver apasionadamente un pase de modelos o un concurso de misses o misters y se sienta cuestionades cuando a su alrededor personas que llevan su mirada más allá lancen sus críticas y ataques contra tales eventos. Por supuesto, a alguna persona apasionada del fútbol le parecerá totalmente fuera de lugar la comparación, y es que, para algunas personas, el fútbol siempre será otra cosa…

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