Hoy quisiera escribir sobre una acción que se ha convertido en noticia estos últimos días en Chile. Además, ha logrado convertirse en noticia esquivando todos los intentos de los medios habituales para convertirlo en farándula. Me refiero, sin duda, a la obra del artista Francisco “Papas Fritas” “Ad augusta per angusta” . Como cabía esperar, los medios chilenos han dado más importancia al secuestro de la obra por parte de la PDI que al sentido de la acción de “Papas Fritas”. Y cabía esperarlo, porque su acción ha dejado al descubierto las vergüenzas del sistema, y no es labor de esos medios dar cuenta de dichas vergüenzas ni reflexionar sobre el sentido político y las consecuencias sociales de una acción. Eso que los medios chilenos han pretendido farandulizar o, si no, acallar, sin embargo, ha tenido un eco más amplio internacionalmente y, por supuesto, en los medios que se salen de los renglones oficiales, en castellano y en inglés. Lo mejor para saber de qué hablo, seguramente, es ver el vídeo de su primera reivindicación:
No deseo analizar esta acción desde el punto de vista artístico ni desde el de los medios de incomunicación, aunque ambos puedan ser interesantes. Tampoco quiero entrar en la discusión sobre la Universidad. Soy contrario a lo que dicha institución significa como herramienta para perpetuar los valores del sistema, pertenezca a la empresa privada o a la empresa estatal, al igual que parece serlo también el propio Francisco, si nos fijamos en la entrevista que ha concedido, y opino además que la discusión sobre su gratuidad es un engaño, tal y como está planteada. La gratuidad no está realmente en discusión en ningún lado, no es opción; de hecho, lo que está sobre la mesa es si se “desea” que les estudiantes, para ser adoctrinados y funccionales al sistema, deben pagar una vez -a través de la parte de plusvalía que el Estado nos quita-, dos -en los impuestos y en las tasas universitarias- o tres -en los impuestos, las tasas universitarias y los intereses-, y esa discusión no me interesa en absoluto, aunque sienta solidaridad por las luchas estudiantiles. En ese sentido, me parecen interesantes el concepto que el propio Francisco menciona en la entrevista sobre la “pluriversidad” y lo que dice sobre la universidad actual. Es, sin embargo, desde la visión anarquista desde donde quiero tomar la acción de “Papas Fritas”, para pensar, frente a lo que algunes entienden, qué características debieran tener la propaganda por el hecho y la acción directa.
Me parece especialmente interesante que esta acción suceda en Chile. Algunos de sus más claros antecedentes serían las acciones llevadas a cabo por el catalán Enric Duran y el vasco Lucio Urtubia, cada cual a su estilo y con sus objetivos, y así lo ha declarado el propio Francisco en los tuits intercambiados con Enric. Y digo que es especialmente interesante que haya sucedido en Chile, porque en ese país el polémico movimiento que se ha adueñado del sentido de la propaganda por el hecho y la acción directa, el insurreccionalismo, concretamente, es quien se ha convertido asimismo en la única imagen de un supuesto anarquismo ante la sociedad. Así que quisiera comparar sus acciones más difundidas y la que están llevando a cabo -ya que aún no ha terminado- los autores de la acción artística “Ad augusta per angusta”, analizando sus metas y sus resultados.
Para empezar, comentaré sobre la propaganda por el hecho. Ese concepto comenzó a hacerse conocido en el s. XIX. Según tal concepto, una acción o sus consecuencias debían hablar por sí mismas sobre la intencionalidad que encierran y, además, como el propio nombre indica, deben hacerle propaganda a algo.
Por otro lado, el sentido de la acción directa, procedente de la misma época, sería el siguiente: les trabajadores o explotades, para solucionar sus conflictos con les explotadores o con las instituciones de poder, deberían actuar sin intermediaries, directamente. Así que, el objetivo de una acción directa serí lograr una determinada meta. Así, por ejemplo, durante las huelgas y conflictos laborales, la acción directa significaría que les trabajadores deberían discutir directamente con el propietario o patrón o, si no, deberían tomar por propia mano las acciones para enfrentar al explotador -desde los sabotajes a los ataques directos contra los patrones-.
De modo que, tanto en la propaganda por el hecho como en la acción directa, el punto de partida solía ser un conflicto social, conflicto colectivo, conflicto laboral…, y la intención de recurrir a ella sería combatir directamente al enemigo y llevar a cabo acciones que les trabajadores y, en general, la sociedad, pudiera entender fácilmente. Era una acción solidaria, realizada en solitario o en grupo, pero más que hacia une misme, enfocada hacia les otres, hacia el grupo, hacia la sociedad. Además, dentro de ambos conceptos podían incluirse los atentados contra represores y patrones despiadados, para vengar las masacres contra el proletariado. Así pueden entenderse las acciones de Simón Radowitzky o Kurt Wilkens, y cabe recordar que este último, además, era un pacifista tolstoiano, que no tomaba la violencia como bandera, aunque fuera comprensivo con quienes decidían usar la violencia contra la otra violencia sistemática de los patrones.
Sin embargo, hoy en día estamos cada vez más habituades a escuchar dichos conceptos unidos a la corriente “anarquista” llamada insurrecionalista. Comparemos esas acciones que orgullosamente suelen reivindicar con la llevada a cabo por Francisco “Papas Fritas”.
Desde el insurreccionalismo son habituales los bombazos contra las sedes de bancos, iglesias y otras instituciones, por ejemplo. Generalmente pequeños explosivos, que solamente buscan daños materiales y eco mediático. Unidos a ellos, solemos leer una retórica bastante repetitiva y generalista en los escritos de reivindicación. A través de tales escritos suelen querer hacer llegar el sentido de la acción y, siguiendo a la fuente ideológica que subyace tras el insurrecionalismo, es el yo -o, como mucho, el nosotres, un nosotres muy reducido que sólo hace referencia al presunto grupo de afinidad- el que predomina. Junto a ello, desprecio y odio hacia la sociedad en su conjunto en la mayoría de los casos. Así, les insurrecionalistas hablan de sí mismes como las únicas personas conscientes de la realidad y coherentes. El resto, y cada vez más la clase trabajadora, es despreciable, gente que, por vivir anestesiada por el sistema, no merece respeto. Se sienten en una guerra entre el yo y el sistema. No es de extrañar. El insurreccionalismo es una de las manifestaciones de la teoría individualista -como el propio capitalismo- y su punto de partida es la misma ficción que la usada por Hobbes, al igual que por Stirner y por Nietzsche: un ser humano aislado previo a cualquier forma de sociedad, es decir, un ser que jamás existió en la historia. De ese comienzo mítico que sólo existía en su fantasía, Hobbes concluía la necesidad de un Estado totalitario, ya que él sería el único que podría garantizar el “equilibrio” frente a las intenciones opresoras de los seres humanos egoístas y aislados. Por su lado, Stirner y Nietzsche reivindicaron el totalitarismo del individuo egoísta frente al Estado, atrapados en una dialéctica sin salida. Después de todo, escribieron, voluntaria o involuntariamente, para dar la razón a Hobbes, y es conocida la influencia que dicha filosofía, en especial la de Nietzsche, tuvo en las bases ideológicas del nazismo. Así que, si hubiera que entender las acciones insurreccionalistas como propaganda por el hecho y acción directa, lo que nos queda es la propaganda del yo y la acción directa del yo. ¿Con qué objetivo? Seguramente, muches de elles nos responderían que no necesitan objetivos concretos. Satisfacer el yo, hacer la guerra perpetua al sistema. Desde el punto de vista de la propaganda, tales acciones, es decir, las bombas colocadas contra bancos y demás instituciones, de hacer propaganda a alguien, se la hacen a las propias instituciones atacadas, a la Policía, a la Iglesia, a los medios de comunicación… y al propio Estado. Para empezar, porque esos daños materiales son totalmente asumibles por quienes sufren el ataque y, por otro, porque todos ellos, a pesar de ser nuestros victimarios diarios, serán vistos por la gente, en la mayoría de tales acciones, como víctimas, digan lo que digan los comunicados insurrecionalistas -además, no se entiende muy bien desde el punto de vista de dicho individualismo a quién están dirigidos los comunicados, si no es, en caso de entenderlos dentro de la propaganda, para quienes ya antes pensaban como elles o para elles mismes-. Para constatar la propaganda directa o indirecta a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, basta comprobar como la propia Policía de tanto en tanto utiliza grupos armados organizados para generar caos y saqueos, en especial cuando pelea por sus propias condiciones laborales y pretende presionar al gobierno con alguna huelga que “recuerde” a la sociedad que sin la labor policial no tienen quien les “defienda”. Efecto psicológico similar consiguen bombazos que la mayoría de la sociedad que, desde luego no tiene tiempo ni ganas de leer los comunicados esparcidos por la zona o colgados en internet, jamás termina de entender o situar en un contexto relacionado con sus propias problemáticas y luchas diarias -que también las tienen, por más que a algunes les parezcan intrascendentes-.
Por su parte, desde el punto de vista de la acción directa, debiéramos pensar para qué sirve una acción directa que no desea lograr objetivos concretos, o si el único objetivo no es la realización misma de tal acción “directa”. Entre les insurreccionalistas que colocan el artefacto y la institución atacada, como mucho, existe un conflicto abstracto, el mismo conflicto interminable que todes mantenemos con tales instituciones, pero en dicha lucha un explosivo no conlleva ningún paso adelante, no debilita a dicha institución y nosotres -y quienes lo colocan- no ganamos nada. Las acciones acostumbran a situarse fuera del contexto social, la mayoría de las veces no se enmarcan dentro de un clima concreto de conflicto -como mucho, algunas se sitúan dentro de campañas de “solidaridad” con les preses-, y no sirven siquiera para subir la fuerza moral en una hipotética lucha. Pero, nos dirán les insurreccionalistas, a nosotres la sociedad nos importa una mierda, no actuamos para conseguir nada para ella. Está claro, sin duda. Por último, siendo el origen confeso de la ética individualista el egotismo, como el propio Stirner reivindicaba, les insurreccionalistas repetirán a menudo en sus textos que las consecuencias que sus acciones puedan tener sobre otras personas no les importan. Así que, si a consecuencia de sus acciones encarcelan a personas sin relación alguna o, como sucedió en el s. XX con la supuesta organización anarquista inventada por el Estado español “La Mano Negra” y con otros numerosos casos similares, aunque sean utilizadas de excusa para desarticular de raíz movimientos que puedan resultar un peligro para el sistema, como diría el gobierno estadounidense, todas esas cosas son “daños colaterales”. Al final, les insurreccionalistas no darán la cara y si el Estado utiliza sus acciones para neutralizar anarquistas y movimientos que nada tienen que ver con ellas, a través de los conocidos montajes, como sucede con frecuencia, bien les vendrá también para alimentar su discurso. La solidaridad hacia las personas detenidas bajo la excusa de sus acciones se limitará a eso: a nuevas reivindicaciones y acciones insurreccionalistas, desde lugar seguro y sin dar la cara. Por el contrario, después de que algune de elles caiga, acudirán sin pensárselo dos veces a la solidaridad de todes y, además, les anarquistas nunca les negaremos esa solidaridad que desde sus acciones y posturas elles acostumbran a negar a todes les demás.
Por tanto, es muy difícil ver en tales acciones la propaganda por el hecho y la acción directa por ningún lado, si no es retorciendo totalmente el sentido de tales conceptos. Y vistas las consecuencias y que, como se ha mencionado, los Estados, inventando supuestos grupos, acostumbran a organizar acciones del mismo tipo y a hacer aparecer similares panfletos, debiéramos pensar a quiénes benefician.
Por el contrario, la acción de Francisco “Papas Fritas” sería la otra cara de ese comportamiento que ya nos ha habituado. Para empezar, como propaganda por el hecho, es redonda. Se sitúa en un conflicto concreto, en este caso, en el mantenido por la Universidad del Mar con su alumnado. La sociedad conoce bien la estafa de dicha Universidad y, además, en un contexto en el que en la sociedad el debate en torno al propio sistema universitario está candente. Es una acción imaginativa, y busca un resultado concreto: dejar anulada la deuda que el alumnado tenía con la Universidad, evidenciar la estafa y desnudar las debilidades de todo el sistema. Desde ese lado, ha cumplido su objetivo, sin duda. Por otro lado, como propaganda, la propia acción explica el mensaje subyacente, y es un golpe que puede ser bien visto tanto por la sociedad como, sobre todo, por el alumnado implicado en el caso. Genera simpatía. También fija otro eje para el debate: legalidad vs legitimidad. Cualquiera puede apreciar, en este caso, como en otros muchos, que la ley afirma la ilegitimidad, y que en muchas ocasiones la legitimidad solo puede defenderse desde la ilegalidad. Más aún tras la intervención de la PDI: la Policía está para defender los intereses de les estafadores, del capital, de les rics, da igual qué Policía y de dónde -y de paso, ha mostrado que también los museos, tomen el nombre que tomen, son solamente otra pieza más del sistema-. Se lo mire por donde se lo mire, es una perfecta acción de propaganda, tanto propaganda a favor de la acción directa, como propaganda para dejar al descubierto la pasividad del Estado -Partido Comunista incluido-, de algunas organizaciones estudiantiles y de los medios de comunicación.
Desde el punto de vista de la acción directa, por otro lado, es rotunda: en la lucha contra una institución -la Universidad del Mar, en este caso-, dejando a un lado las vías institucionales, los intermediarios, las negociaciones, golpea directamente: toma los títulos de deuda y los quema. El conflicto está identificado, es conocido en la sociedad, el enemigo también está identificado, y así lo está el objetivo: en este caso, cancelar la deuda de les estudiantes. Y hacia ese objetivo, la vía directa. El resultado, también redondo. A ver qué malabares legales inventa la Universidad para cobrar esa deuda ilegítima que, de momento, es incobrable. Las personas que sistemáticamente han actuado de mala fe -les propietaries- deberán esperar la “buena” voluntad de sus damnificades para olfatear el dinero.
Lucio Urtubia logró tener arrodillado al poderoso Citibank. Enric Durán, por su parte, dejó al descubierto las vergüenzas del sistema de crédito bancario, recuperó algo del dinero que ellos roban a diario y consiguió poner en marcha uno de los movimientos revolucionarios más interesantes que se está tejiendo actualmente en Europa. Francisco “Papas Fritas” tampoco se ha quedado atrás y, además de desplazar el eje del debate, en la lucha contra el lucro universitario ha logrado desactivar una deuda que ahoga a miles de estudiantes. Y los tres han tenido en mente al prójimo, a la sociedad, un modelo para una nueva sociedad, no su propio ego, su guerra individual. Además, los tres han dado la cara ante las consecuencias y han dibujado líneas que pueden ser ejemplo para muchas personas.
Sin duda, la de Francisco “Papas Fritas” ha sido propaganda por el hecho bien entendida, loable acción directa. Veremos qué nos depara en adelante.