La izquierda monárquica y la apología del Estado (renovando las cadenas)

Hemos entrado en el año 2012, para algunxs, en el año del fin del mundo. Dejando a un lado pronósticos apocalípticos, sin embargo, para algunxs vascxs y algunxs españolxs también es un año para echar la vista atrás. Unxs, celebrarán el segundo centenario de la primera piedra colocada para sepultar definitivamente una íntegra visión del mundo y, desintegrando para siempre los últimos vestigios de democracia que pervivían en el pueblo, ensalzarán la primera victoria del Estado liberal capitalista, es decir, la Constitución de Cádiz de 1812. Lxs otrxs llorarán al viejo reino perdido en 1512, al reino de Nafarroa. Unxs y otrxs coincidirán en un punto: la adoración al Estado-nación.

La lógica de lxs primerxs es totalmente comprensible, aunque deba ser combatida con fuerza por quienes creemos en la libertad. Son defensorxs a ultranza de la España una, grande y libre, y tal constitución es uno de los principales símbolos de su victoria ideológica.  En cambio, la lógica de lxs segundxs es más difícil de entender, realmente curiosa. Y es que últimamente se han escuchado y aún más se escucharán con creciente presencia los discursos apologistas del reino de Nafarroa, partiendo precisamente de algunxs vascxs que se presentan como de izquierda. En cierta medida lo puedo entender, hace tiempo, durante una breve época, a mí también me afectó la fascinación de esa lectura parcial de la historia. De modo que a esa segunda efeméride me referiré en este texto, para aclarar, cuando alabamos con nostalgia el reino de Nafarroa, que estamos reivindicando. La dimensión de este texto y su humilde intención me exigen resumir y simplificar, y tan solo pretende ser un punto de apoyo para el debate y para un desarrollo más extenso de las ideas.

Para aquellxs que viven con la nostalgia del reino de Nafarroa, aquél fue el Estado vasco, fundamento de nuestras libertades y argumento principal en favor de la independencia de la Euskal Herria actual. De este modo, por aquí y por allá leeremos lemas que nos traen a la mente otros más dudosos, como “Euskal Herria una y única”. Estas personas no pueden entender una independencia de los pueblos sin Estado, no les entra en la cabeza. Teniéndose por totalmente vascxs, no se dan cuenta de que su pensamiento está colonizado, que sueñan con replicar las formas adoptadas de una visión del mundo ajena, con desprecio por los pueblos vascos que tanto aman.

De por sí, es curioso que alguien que en el s. XXI se tiene por izquierdista e incluso marxista se defienda una monarquía. ¿Debemos entender que una monarquía que debió perderse en hegoalde en el 1512 era el pilar de nuestras libertades o de las de lxs vascxs de aquella época? ¿Que damos por buena una corona si a la monarquía le añadimos el epíteto de “vasca”? El error, como veremos, es doble. Por un lado, la corona, el mero surgimiento de la monarquía, fue la primera losa para sepultar las libertades populares, el primer golpe para que lxs vascxs perdieran su independencia o su interdependencia opcional. Por otro, aquella monarquía poco tenía ya de vasca. Era una monarquía francesa y, en gran medida, gobernaba en beneficio de los francos, en perjuicio de lxs euskaldunes.

¿Cuál es el origen del reino de Nafarroa? Echando una mirada a la historiografía, veremos que su creación parte de Iruña, la Pompaelus de entonces, y así, en sus inicios, será llamado reino de Pompaelo, Pamplona o Iruña, si se prefiere. La Pamplona de entonces tenía poco que ver con las libertades de lxs vascxs, sus costumbres y su cultura. Siendo una ciudad fundada o refundada por los romanos, era una urbe organizada según sus leyes y visiones. Los francos también le darían su visión, igual que los visigodos. Y a la organización jerárquica y clasista y a su carácter militarista le debía que en ella se enraizara una oligarquía militar impulsada por su división de clases Quien tenemos por primer rey, Eneko Aritza, conformó su reino gracias al impulso de los Banu Qasi, para hacer frente a los carolingios. Los Banu Qasi eran una casta convertida al Islam, quizá de origen romano-hispano, quizá visigodo. No parece que vasco

Sea como fuere, ¿qué trajo el reino a lxs vascxs que vivían en montañas y valles? Convertirse en súbditxs de un rey, con todas las consecuencias que eso supone. En adelante, la democracia popular, que se manifestaba en las asambleas o concejos populares de los pueblos, estaría en perpetua tensión con las ansias de poder del Rey, retrocediendo la independencia del pueblo año a año. Tal imposición haría uso de un argumento principal: la fuerza militar.

Las relaciones entre vascxs hasta entonces horizontales se fueron verticalizando, y fue la monarquía el vehículo utilizado para que el cristianismo también se convirtiera en religión oficial única, puesta fuera de la ley la cosmovisión original, pagana. También fue la institución que convirtió en lengua oficial entre la nobleza el latín y las lenguas romances.

La conversión de Euskal Herriak en Estado sólo fue en detrimento de lxs vascxs. La democracia popular (es redundante, pero hoy en día, cuando la palabra democracia se muestra tan corrompida, debemos ponerle adjetivos que debieran ser innecesarios, para diferenciarla de la actual dictadura partitocrática) quedará bajo una constante amenaza creciente, tomada, en lugar de por el sistema de gobierno que el pueblo se daba a sí mismo, por un privilegio o regalo que el Rey (o el Señor) le otorgaba con “magnanimidad”. Las propias Juntas Generales, serían a menudo utilizadas en favor de los intereses de la oligarquía y en contra del pueblo. Claro ejemplo de ello es que, durante un tiempo, la ley de las Juntas Generales de Bizkaia obligara a que, para tener representación en ellas, los pueblos enviaran alguien que supiera castellano. De ese modo, durante largo tiempo muchos pueblos que no contaban con castellanoparlante alguno quedaron sin voz, hasta que se logró derogar dicha ley. No es casualidad que los fueros viejos y nuevos se redactaran tan tarde y en romance Para entonces, ya existía una elite local dispuesta para reinterpretar la voluntad popular conforme a sus intereses y recoger tal interpretación por escrito. La desconfianza que lxs vascxs tenían a lo escrito (fueran contratos, leyes o literatura) era bien sana y prudente, vaya que sí. Llamar hoy en día a las instituciones territoriales Juntas Generales parece una macabra broma. De los restos de espíritu democrático que conservaban las de cierta época sólo les queda el nombre, también ellas convertidas en un coto para la lucha por los intereses de partido, también ellas mera copia de la dictadura parlamentaria impuesta por la Revolución Francesa.

Se mire por donde se mire, crear estructuras estatales fue el primer golpe para restringir la independencia de los pueblos, y debiéramos tomar como punto de partida de la pérdida de independencia de lxs vascxs la creación de reinos y señoríos, de estructuras jerárquicas y centralizadoras, mucho antes de 1512.

Por otro lado, la versión oficial nos dice que la pérdida del reino de Nafarroa trajo la pérdida del Estado vasco pero, ¿era realmente un Estado vasco aquél que se “perdió” en 1512?

Para entonces, la oligarquía de Bizkaia hacía tiempo que había tomado la decisión de convertir a su Señor en Rey de Castilla, por matrimonio. La mayor parte de Gipuzkoa y Araba también estaban en manos de Castilla, por decisión de los jefes de Estado de cada territorio o por ocupación militar Para entonces, a cambio del respeto de los fueros, las instituciones de Lapurdi también habían decidido aceptar su integración en Francia, y Baiona había sido ocupada militarmente. Zuberoa también había vivido una ocupación militar. Y en ese reino de Nafarroa que quedaba, ¿quién gobernaba? Desde hacía mucho tiempo, tras la muerte del último de la dinastía Ximena, la nueva monarquía había sido traída desde Francia, de la familia de Champagna. Eso había sucedido en el s. XIII. Es decir, que desde el s. XIII, el reino de Nafarroa había estado en manos de dos dinastías francesas, de la familia de Champagna en un principio, y de la de Foix más adelante, estando durante un breve periodo repartida entre los reyes de Francia y Castilla. ¿Eso era el Estado vasco? De hecho, sólo tenemos que ver qué sucedió después de la conquista de 1512 con el Estado vasco “libre”, para conocer con claridad qué trajo la monarquía: en 1589, 77 años después de la famosa conquista, el rey de Nafarroa aceptó convertirse también en rey de Francia, por matrimonio, convirtiéndose para ello al catolicismo, y el siglo siguiente un sucesor suyo decidiría unificar ambas coronas. Tal vez, si Castilla no hubiera conquistado Nafarroa, hoy en día todxs lxs navarrxs serían francesxs, gracias a “su” rey. Y no es de extrañar, fijándonos en el origen de dichos reyes “navarros”. Después de todo, su origen era francés, ¿no?

Además, conviene recordar que la “pérdida” del reino fue instigada o facilitada por las disputas entre los poderosos engordados bajo el manto protector de la monarquía, en gran medida. Las luchas entre agramonteses y beamonteses que nada tenían que ver con los intereses populares abrieron las puertas a tal conquista. Las competencias, juegos sucios y corruptelas para lograr el poder en el Estado vasco, en la monarquía vasca, eran las mismas que había y aún hay en cualquier otra monarquía y cualquier otro Estado. El label vasco no las convertía en más populares, ni más dignas, ni más honestas, ni más democráticas, ni más generosas.

Y un buen número de personas de izquierda miran a esa historia para reivindicar el Estado vasco, para ensalzar una monarquía. También ellxs dirigen su mirada a las decisiones de los poderosos, las oligarquías, los tiranos, según su concepción interpretan la historia de los pueblos. Ello explica que también den por buena otra forma de dictadura de importación, aquélla a través de los partidos políticos y los parlamentos.

Sin embargo, Euskal Herriak debieran mirar a otra historia, a la historia que los señoritos, las elites, los curas, los nobles y los burgueses no han querido escribir, a la historia de lxs de abajo que han intentado en la medida de sus posibilidades borrar y hacer olvidar. Es decir, a la historia de los pueblos, porque tan solo en esos pueblos, en los pueblos soberanos organizados en red, voluntaria y horizontalmente está la clave para una independencia verdadera o, para ser más exactos, para una interdependencia voluntaria. Todos los Estados, sea éste francés, castellano, español o vasco, trabajan, desde su propia fundación, solamente en pos de la destrucción de la libertad, la autoorganización, el apoyo muto y la propiedad comunal de los pueblos. Lxs nuevxs monárquicxs, lxs nuevxs apologistas del Estado, debieran repensar qué significa ser de izquierda. Debieran pensar, cuando reivindican el Estado vasco, si también están pidiendo todo aquello que un Estado implica, es decir, un ejército vasco, una ley vasca de extranjería, una policía vasca, cárceles vascas, represión vasca, capitalismo vasco… Viendo que están dispuestxs a justificar una monarquía vasca, me temo que también deben estar dispuestxs a justificar todo lo anterior, convirtiendo el autoritarismo también en algo hermoso y deseable con sólo colocar por delante un “vasco”.

Si en los centenarios de este año hay algo que debamos reivindicar, que sea la abolición de todo Estado y la soberanía de los pueblos, y que hagamos camino para que Euskal Herriak alcancen la libertad individual y colectiva. Declaremos todos los Estados, las monarquías y las constituciones enemigos de los pueblos, opresores de los pueblos. Por ejemplo, Udalbiltza podría haber sido un modelo interesante, si hubiera sido una institución para la coordinación de las verdaderas asambleas populares organizadas lejos de los intereses partidistas, reflejo de democracia directa, en la senda de una soberanía de facto, pero por desgracia, se ha quedado en algo muy lejano a ello, convertido en otro escenario dentro de las luchas por el poder. Reivindicar los sistema de arriba abajo que han funcionado de sepultureros de los modelos de abajo arriba no va a hacer un gran favor a la libertad.

Lxs libertarixs tenemos una responsabilidad histórica para, frente a todo Estado, impulsar una construcción realmente popular, y estamos en el año adecuado para sumergirnos en tal tarea. Como nos ha mostrado Jose Mari Esparza en su libro, en la historia han existido numerosos mapas que han recogido a Euskal Herriak, que han reflejado diversas visiones e intereses políticas y administrativas. Ya es tiempo de que más allá de las decisiones de los de arriba, de los vencedores, los pueblos vascos, las gentes vascas, por voluntad de todas las personas que hoy viven en nuestros pueblos, soberanamente, libremente, dibujen un mapa configurado desde abajo

(16-1-2012)

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