Quisiera que estas palabras mías fueran bencina,
cerilla tu aliento que les pone voz;
pero la realidad es un enano amarillo,
vestido con escamas de peces de colores,
y libera arroyos bajo nuestros pies,
desde las alcantarillas,
toda una vida
antes de que se posen en nuestros párpados
los besos que sueñan
con que el rojo que ennegrecerá
martillos, martinetes, promesas, trapos
sea un menudo ademán de sonrisa.
Sin embargo,
estas palabras mías tan solo son fantasmas blanquinegros
muertos sobre cadáveres de árboles,
tu aliento voz huera ahogada en palabras frías.
Pero jugaremos,
mañana como ayer,
bencina yo, cerilla tú,
a ser pirómanos que prenderán
un sueño que no se apaga,
como si no sintiéramos
el agua que nos trepa por los muslos.