Fumar, símbolo del individualismo capitalista

Ahora que ha entrado en vigor la nueva Ley del Tabaco, se escuchan quejas y demagogias varias, la mayoría lamentables, pero que en ciertos casos pueden considerarse normales. Por ejemplo, puede considerarse normal que un/a dueñx de un bar se queje. Después de todo, el bar, en su modestia, es una empresa capitalista y el capitalismo tiene una única ley: conseguir beneficios, cualquiera que sea el daño causado a tercerxs. Y es que fumar resume inmejorablemente la filosofía impulsada por el consumismo capitalista. La ideología capitalista defiende una único tipo de “libertad”, de “derecho”: “mi” libertad, “mi” derecho. Pero la libertad que no considera al prójimo no es tal libertad y por eso, cuando el capitalismo reivindica la libertad, tan solo reivindica una esclavitud disfrazada. ¿Qué es, realmente, fumar? Un acto individual aprendido (enseñado) que me produce placer, basado durante largos años en una imagen totalmente machista que, además, ha convertido hoy en día a las mujeres, en esa desquiciada carrera por ponerse a la par del hombre incluso en los detalles más denigrantes (sin comprender que el camino debiera ser el inverso en muchos aspectos: los hombres debiéramos ponernos a la par de las mujeres en otro modelo de sociedad), en más fumadoras que los propios hombres, a base de imitarlos (hoy, uno de los mayores logros de la democracia femicida ha sido multiplicar mujeres soldado, mujeres policía, mujeres jueces, mujeres gobernantas, es decir, mujeres masculinizadas que asumen y perpetúan el modelo patriarcal). Pero, sobre todo, fumar es una práctica que, junto al placer que me produce, me perjudica a mí mismo y a aquellos que obligo a participar en mi acto. Un perfecto resumen del capitalismo: en la búsqueda de un supuesto beneficio llevar al abismo al propio capitalista (al fumador en este caso) y a quienes padecen las consecuencias de su acción.

Como he dicho, puede considerarse normal el enojo de algunxs, y puede considerarse normal que utilicen el mismo estilo de demagogia del propio capitalismo: la ley limita mis derechos individuales, niega mi libertad (pero mientras no lo haga apoyo la ley). Lo que es más extraño, sin embargo, es que muchxs anarquistas fumadorxs hayan seguido y aún sigan la misma lógica. Cualquier anarquista (dejando a un lado lxs anarco-capitalistas, que también lxs hay) entiende sin problemas, por ejemplo, que la libertad propia es una extensión de la libertad ajena, que la libertad propia se prolonga en la libertad ajena, que yo no soy libre mientras lxs demás no sean libres. Por eso, en una futura sociedad anarquista explotar al prójimo, hacer daño a lxs demás… no se considerará un derecho o una libertad, sino una negación de los derechos o las libertades. Pero cuando de fumar se trata… En esas ocasiones la mayoría de lxs anarquistas fumadorxs (o al menos lxs que yo he conocido) olvidan los fundamentos anarquistas y se adhieren al capitalismo, enrocándose en su egoísmo y protegiéndose tras la misma demagogia de supuesta libertad. Por desgracia, no hacen por sí mismxs una simple reflexión, a saber: 1. fumar es símbolo del consumismo más estúpido, un acto sin sentido que no reporta ningún bien, que engorda a las más perniciosas empresas (mafias) capitalistas y que sólo trae la autodestrucción y la destrucción ajena, un engaño del estilo publicitario más corrupto; 2. fumar en lugares cerrados y públicos hace imposible la elección de quienes no desean fumar, es un acto liberticida, asesino de la libertad, somete la libertad de quienes me rodean a mi aparente libertad, es negador de la libertad; 3. el mismo hecho de fumar reduce la libertad de el/la fumador/a, ya que en la medida en que crea dependencia no es él/ella quien elige fumar, sino la propia dependencia; 4. fumar establece un modelo de relación totalmente vertical, puesto que en la decisión de quien fuma no se busca el consenso de lxs demás aunque afecte a todxs, el/la fumador/a se sitúa por encima de lxs no fumadorxs en una relación jerárquica. En realidad, el/la fumador/a somete la voluntad de quienes, en la medida en que el entorno nos lo permite, hemos optado por vivir sin humo, al vicio, a la dependencia, a la debilidad que él/ella ha elegido “en libertad” (si es que puede llamarse libertad a la presión social, publicitaria, de sospechosos valores), nos convierte en esclavos del vicio, de la dependencia, de la debilidad de otrxs. Reivindicar la libertad de fumar en lugares públicos y cerrados es simplemente reivindicar la libertad de pisar al prójimo. Desafortunadamente, hasta ahora el más elemental respeto no ha sido suficiente. Incluso preguntar a el/la no fumador/a “¿puedo fumar?” no es más que un acto coercitivo, un tipo de chantaje. Pongamos que tenemos una pistola en la mano. ¿Preguntaríamos a nuestrx amigx, a nuestrx compañerx “puedo dispararte”? Y en tal caso tendría más fácil responder que no. Pero pedir permiso para fumar, para joder a la otra persona, condiciona la propia respuesta, es un tipo de opresión a la voluntad ajena, porque invierte los términos: se pasa de ser yo quien, si fumo, lo/la oprimo, a ser él/ella quien, si me niega fumar, me oprime a mí, al menos en la conciencia. Es como preguntar si quiere echar un polvo a un hombre o mujer de quien sabemos que no quiere follar, para echarle en cara ser un/a putx estrechx, un/a calienta pollas. Por supuesto, de elegir, mejor eso que violarlx sin preguntar, es decir, que obligarle a tragar nuestro humo sin preguntar. En ese caso también podríamos alegar que quienes no quieren follar con nostrxs niegan nuestra libertad de tener sexo. ¡Pero chaval, igual que puedes hacerte una paja a solas, también puedes fumar a solas!

Por tanto, nos vendría bien, cuando hablamos de romper el capitalismo, las relaciones de poder, las imposiciones, recordar qué actitud adoptamos al fumar. Como he dicho, fumar, hoy en día, es uno de los principales símbolos del individualismo impulsado por el capitalismo.

(6-1-2011)

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